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Alguien voló y fue libre...escribiendo

La Historia

La Historia

               Cuando hace unos meses Javier me propuso escribir periódicamente sobre historia en un espacio de su blog acepte inmediatamente porque considero que el debate y la reflexión en torno a la misma resultan de gran importancia en una sociedad donde la utilización pública de aquella no deja de crecer. Sin embargo, y como ocurre en cualquier otro ámbito de la vida, antes de iniciar un diálogo, no necesariamente de gran altura intelectual pero si mínimamente serio, es necesario definir con cierta precisión el objeto que va a ser centro del debate. De esta forma, he creído oportuno dedicar mi primera intervención en el blog a precisar de forma sucinta aquello a lo que nos referimos cuando hacemos uso del concepto historia.

            Actualmente, cuando hablamos de la historia en el sentido científico del término, entendemos esta como una ciencia humana (o social) que permite producir un tipo de conocimiento científico cuyo estatuto gnoseológico es idéntico al de todas las ciencias humanas/sociales y parcialmente distinto al de las ciencias naturales y formales. Sin embargo ¿para que este conocimiento?, pues bien, Enrique Moradiellos afirma que las disciplinas históricas contribuyen a la explicación y entendimiento de la génesis, estructura y evolución de las formas de sociedad humanas pasadas y presentes; proporcionan un sentido crítico de la identidad operativa de los individuos y grupos sociales; y promueven la comprensión de las tradiciones y legados culturales que conforman las complejas sociedades actuales. Además imponen límites críticos y purgativos infranqueables a la credulidad y fantasía sobre el pasado de los hombres y sus sociedades constituyendo un severo correctivo contra la ignorancia que libera y alimenta la imaginación interesada y mistificadora sobre el pasado humano.

            La practicidad a la que acabamos de aludir se apoya fundamentalmente en la exigencia operativa de todo grupo humano de tener una conciencia de su pasado colectivo y comunitario, es decir, de tener conciencia histórica. La conciencia histórica constituye un componente imprescindible e inevitable del presente de cualquier sociedad humana mínimamente desarrollada, de su sentido de la propia identidad, de su dinámica social, de sus instituciones, tradiciones, sistema de valores, ceremonias y relaciones con el medio físico y con otros grupos humanos circundantes. Así pues, la concepción histórica de su pasado común supone, para las sociedades humanas, una pieza clave para la identificación, orientación y supervivencia de cualquier grupo humano en el contexto cultural donde se encuentra emplazado ya que ninguna sociedad podría funcionar sin tener una concepción de su pasado y de la naturaleza de su relación previa con otros grupos humanos coetáneos y coterráneos y con el medio físico. En definitiva,  la experiencia histórica es el único referente positivo de las sociedades humanas para construir y perfilar los planes y proyectos que se propone ejecutar, evitando así toda operación de salto en el vacío y toda actuación a ciegas o por mero tanteo. De esta forma, a día de hoy, no es posible (sin graves riesgos para el cuerpo social y su mismo porvenir) concebir a un ciudadano que sea agente consciente y reflexivo de su papel cívico al margen de una conciencia histórica mínimamente desarrollada y cultivada. Sencillamente porque dicha conciencia  es la que le permite plantearse el sentido crítico-lógico de las cuestiones de interés público, orientarse fundamentadamente sobre ellas, asumir sus propias limitaciones de comprensión o información al respecto y precaverse contra las veladas o abiertas mistificaciones de los fenómenos históricos.

            Casi desde el mismo momento de su aparición la palabra historia se ha referido tanto a las acciones del pasado en sí mismas, como a la indagación sobre las acciones realizadas por los hombres. En este sentido, no cabe pensar en la existencia de una historia real acontecida antes y al margen de las versiones históricas, de las historias, de los relatos escritos sobre esa realidad pasada e inexistente en la realidad ya que como dijo Raymon Aron en historia “la  realidad y el conocimiento de esa realidad son inseparables uno de otro” y ello como consecuencia de que el supuesto de conocimiento de la historia es un tiempo pasado y, como tal, incognoscible debido a su inexistencia y no puede haber conocimiento  científico de algo que no tiene presencia ni existencia porque todo tipo de conocimiento requiere una base material tangible y presente para poder construirse.

En relación con lo anterior, y contrariamente a lo que se cree generalmente, la historia no tiene por objeto el estudio de los hechos humanos del pasado sino el análisis de aquellos restos del pasado que perviven en nuestro presente en forma de residuos materiales y que permiten al historiador construir su relato. Estas reliquias del pasado conforman, en su pluralidad intrínseca, las llamadas fuentes informativas del conocimiento histórico. Así, solo puede hacerse Historia y lograrse conocimiento histórico de aquellos sucesos, acontecimientos, acciones, instituciones, procesos pretéritos, etc. de los que se conservan vestigios en la actualidad, es decir, en nuestra propia dimensión temporal. En este sentido, la primera tarea del historiador consiste en discriminar que secciones de nuestra realidad constituyen una reliquia con el fin de proceder a utilizarlas en su interpretación del pasado, así como conocer con rigor el valor que otros historiadores han dado a esas mismas reliquias en su propia interpretación de dicho pasado. Un pasado, no debe olvidarse, fabricado por los historiadores y muy distante de ese otro pasado perfecto, tal y como fue, que pretendía alcanzar la historia positivista.

En otro orden de cosas, y esto es de capital importancia, no cabe la existencia de una ciencia histórica que no contenga al hombre en su campo categorial, es decir, el campo de la Historia se reduce necesariamente al dominio de los actos y comportamientos humanos (individuales o sociales), segregando otros aspectos del pasado que son irrelevantes para el mismo y que solo contarán tangencialmente en la medida que afecten o condicionen a las acciones humanas. De esta forma, el historiador trata, sobre la base física de las reliquias, de ponerse en el lugar de los hombres o sociedades cuyas reliquias estudia, reactualizando sus acciones y operaciones, buscándoles un sentido, atribuyéndoles una razón y propósito, reconstruyendo por analogía su curso y dando cuenta de las circunstancias y operaciones que pudieron haber conducido al surgimiento de ese residuo material del pasado.

Para todo lo anterior, los historiadores utilizan un método esencialmente inferencial e interpretativo en el cual es imposible eliminar al propio sujeto de conocimiento. Del mismo modo, los historiadores tampoco pueden prescindir en su labor profesional de su sistema de valores ideológicos o filosóficos, de su experiencia vital, política y social, ni de su grado de formación cultural. No obstante, pese a lo que suele pensarse incluso entre algunos profesionales del ramo, el relato histórico construido por los historiadores, no es arbitrario, ni caprichoso, ni ficticio, sino que tiene que estar justificado, apoyado, soportado, y contrastado por las pruebas y evidencias, por las reliquias que existen al respecto. En este sentido, será el relato histórico que más factible y verosímil parezca, de acuerdo con  las pruebas y evidencias existentes, el que se considere como verdadero en tanto no aparezcan nuevas pruebas o evidencias que lo contradigan de tal modo que, unos relatos históricos serán más verdaderos que otros en tanto que se fundamenten en un mayor número de pruebas verificables por otros investigadores y resulten coherentes con el conocimiento acumulado como resultado de otras investigaciones.

Por último, la historia como disciplina científico-humanística que es debe de responder, obligatoriamente, a los tres axiomas siguientes: principio semántico de naturaleza crítica y pragmática según el cual todo relato o narración histórica debe estar apoyado y soportado sobre pruebas y evidencias materiales que sean verificables empíricamente por el resto de investigadores; principio de negación de la magia y exclusión de la generación espontánea y de la creación ex nihilo en virtud del cual se postula que cualquier acontecimiento humano surge, brota o emerge necesariamente a partir de condiciones previas homogéneas y según un proceso de desarrollo interno, endógeno, inmanente y secular; principio de significación temporal irreversible. A tenor de este axioma, la investigación y la narración históricas tienen que respetar escrupulosamente la llamada “flecha del tiempo”, es decir, la naturalaza direccional y acumulativa del paso del tiempo en sentido necesario de pasado fijo a futuro abierto y sin bucles, círculos, o regresiones azarosas y caprichosas.

Así pues, a modo de epílogo, podemos concluir que la historia, como disciplina académica, pretende, puede y debe producir conocimiento científico y verdades históricas, y por tanto no absolutas sobre el pasado, cuyo estatuto gnoseológico y pragmático es muy diferente, en tanto que permite discriminar el conocimiento histórico verdadero, al de otros conocimientos que también aluden al pasado tales como el conocimiento legendario, el mítico, el religioso, el poético y literario, etc.

[1] Todo lo aquí dicho en relación con la historia es un resumen muy sucinto del libro Enrique Moradiellos García, Las caras de Clío: introducción a la historia y a la historiografía, Siglo XXI, Madrid, 2001. Por lo que para ampliar cualquiera de los aspectos aquí tratados es indispensable dirigirse a él. También resultan de interés, para profundizar en el conocimiento de la ciencia histórica los siguientes libros, Eric Hobsbawm, Sobre la historia, Crítica, Barcelona, 1998; Joseph Fontana i Lázaro, La historia de los hombres, Crítica, Barcelona, 2001;  Edward Hallett Carr, ¿Qué es la historia?, Ariel, Barcelona, 1972; Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador, FCE, México, 1998.

4 comentarios

Fenix -

Gran articulo jajaja

javispace -

Hay que darle mucho al tarro, para aprehender estas cosas. Necesito un post con carnaza. Se oyen rumores de que será sobre la Guerra Civil...yo encantado, eso si, que sirva para que no acabemos en guerra civil los que leamos el artículo. :D

Carlos -

Al conjunto de principios científico-lógicos en los que se apoya la ciencia histórica para generar conocimiento histórico y a la forma y objetivos conque ese conocimiento se aplica a la realidad.

javispace -

¿Estatuto gnoseológico y prágmatico? ¿A qúe te refieres con eso?